La lluvia se le deslizaba por el cuerpo, fría, lenta... no dejando indiferente nunca con su presencia. La larga cabellera negra de la Criatura Sin Nombre se le pegaba en cada pliegue, empapada... Gotas de cristal le llenaban los ojos y recorrían su rostro. Lágrimas artificiales surcando sus mejillas rasgadas. Lágrimas de lluvia que sabían tan saladas como las verdaderas...

Cirith se levantó despacio. Los pies desnudos se le hundían en el barro a cada paso leve. Se alejó del claro, caminando entre las hojas verdes que vibraban a cada golpe de agua. La melancolía húmeda de la lluvia se le incrustaba en la piel y llegaba a calarle el corazón... Un sentimiento de soledad respirable...una sensación de desamparo demasiado punzante... No pensar nada, no desear nada...sólo caminar...sentir que algo no está completo en una ínfima existencia. No veía nada nítido en torno a ella. Ni los contornos reales del bosque, ni siquiera los sueños que antaño le narraba a los árboles con el silencio. Sólo sonido de agua cayendo duramente alrededor. Ecos que en su estruendo apenas si llegaban a sus oídos...

La Criatura Sin Nombre se detuvo un instante. Arrancó una flor con una belleza cargada de espinas y la apretó con fuerza. Los ojos negros y profundos de noche de Cirith miraron sin inmutarse cómo la sangre brotaba púrpura y espesa de entre los dedos de su mano cerrada. Los pétalos blancos de aquella flor, teñidos ya de un rojo intenso, se quebraron bajo las últimas gotas de lluvia furiosa...

La lluvia cesó entonces. Y Cirith se sentó en el suelo mojado, dibujando en el barro palabras sin sentido con la sangre que se le deslizaba en la mano. Ahora podía sentir el sabor de lágrimas ciertas en los labios. Y su rojo se mezclaba con el negro del fango...